'Samurai Jack', La Odisea del siglo XXI

'Samurai Jack', La Odisea del siglo XXI
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Quizá algún día, dentro de muchas décadas, o de muchas centurias, ‘Samurai Jack’ haya sobrevivido, en un soporte DVD, o en otro tipo de grabación. Lo más probable es que todo y todos desaparezcamos dentro de no demasiado tiempo, teniendo en cuenta la cloaca de mundo pre-apocalíptico en el que vivimos. Pero quién sabe, igual alguna de las buenas cosas (las malas seguro que perduran…) que la humanidad ha hecho posible pueden sobrevivir.

En ese caso, pienso que igual que ahora veneramos el legado de William Shakespeare como el ejemplo más perfecto de construcción dramática, dentro de mucho tiempo los espectadores del futuro considerarán a ‘A dos metros bajo tierra’ como la ficción más compleja y verdadera que puede hacerse. Así mismo, igual que ahora ‘La Odisea’ de Homero es el paradigma del viaje eterno hacia el hogar, dentro de algunos años o quizá ya mismo, tal paradigma puede ser ya la serie de animación sobre la que vamos hablar.

Al creador de esta serie, Genndy Tartakovski, debemos algunas de las más singulares, divertidas e ingeniosas series de animación de los años noventa. De su fértil imaginación nació ‘El laboratorio de Dexter’, aquella locura de serie en la que un niño que era un super-genio vivía algunas alocadas aventuras al lado de su atolondrada hermana, siempre vestida con un tutú. También fue director de animación y productor de ‘Las Supernenas’.

Después de consagrarse como realizador de animación, y creador de ficciones televisivas de calidad, Tartakovski prometió crear una serie de animación de una épica y una acción que no pudieran ser igualadas por ninguna otra. y el resultado fue ‘Samurai Jack’, que probablemente es lo mejor que ha escrito, producido, y dirigido nunca. Una obra maestra incomparable sobre cuyos 52 episodios (52 cortometrajes en realidad) voy a escribir una serie de capítulos aquí, en Vaya Tele.

Y no sólo voy a analizar los capítulos en sí, sino también el estilo y el tema de cada uno de ellos, y a nivel global, pues esta serie, que durante cuatro años se erigió en una leyenda de la tele, lo merece. Y antes que nada, podemos hacer un breve resumen de sobre qué va y cuáles son sus personajes.

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El samurái y el Diablo

Hace mucho tiempo, en un país lejano, yo, Aku, el señor de las tinieblas, el de las mil formas, desaté una endecible maldad. Más un insensato guerrero samurái, forjó una espada mágica y salió a enfrentarse conmigo. Pero antes de recibir el golpe final, abrí una puerta en el tiempo y le envié al futuro, donde mi maldad es la ley. Y ahora, ese loco intenta regresar al pasado, para deshacer el futuro de… ¡Aku!

Todos los episodios de esta maravillosa serie empiezan con este breve resumen, que viene a contar los dos primeros episodios de esta historia aparentemente sencilla, pero terriblemente compleja, en el que un joven guerrero samurái de Japón (nunca sabremos su verdadero nombre) al enfentarse con una extraña espada mística (hacia el final de la serie averiguaremos su procedencia) a un demonio que ha resurgido después de muchos años.

El demonio en cuestión es Aku, un verdadero psicópata invencible de ojos saltones y poderes aparentemente ilimitados, cuyo objetivo, básicamente, es hacer del mundo su patio de recreo, y que sólo puede ser herido por esa espada a la que aludíamos por las secretas razones a las que aludíamos. El origen de Aku también lo conoceremos en un díptico extraordinario titulado ‘El origen de Aku’ (partes I y II).

Al blanco tradicional (y metafórico…) del atuendo samurái clásico de Jack (un nombre que le adjudican nada más aterrizar en el futuro, y que él adopta a partir de entonces) se le opone el negro riguroso de Aku. A las formas grotescas y crueles de Aku se oponen la personalidad íntegra (a veces, excesivamente íntegra) de Jack, y su caracterización de heroe clásico. Lanzado a una época futura en contra de su voluntad, intentará una y otra vez regresar al pasado, mientras lucha en el futuro contra Aku.

Pero la serie es mucho más que esa mitológica, e interminable, lucha entre el bien y el mal, pues en esta serie hay hueco también para la comedia, el pastiche y la espiritualidad. Y una narración meta-linguística que a menudo se ríe de sí misma sin perder su propio estilo, y que tiene rasgos de ciencia ficción, pero también de western, de terror, de cine negro, de sátira. Una mezcla de inigualable fuerza narrativa que nos disponemos a homenajear.

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