'Dos hombres y medio', una pequeña joya

'Dos hombres y medio', una pequeña joya
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Dentro del machacado género de las ‘sitcom’, ese extraño tipo de series en las que un público (las menos veces) o una grabación enlatada (las más), te van diciendo cuándo tienes que reírte (en el caso de que el chiste en cuestión tenga gracia, a veces ni eso), hemos tenido de todo desde que en 1951 lo inventara la mítica serie ‘I Love Lucy’. La más conocida de la historia, probablemente, es ‘Friends’, aunque quizá no la mejor.

De entre las pocas que sobreviven en la actualidad, pues el género anda en momentos bajos, en mi opinión la más vibrante, inteligente y divertida es la serie creada por Chuck Lorre hace ya la friolera de seis años, titulada ‘Dos hombres y medio’, y que en sus seis temporadas (a la espera de la séptima) y 141 episodios ha liberado a base de bien las esencias del frasco de la miseria sexual.

Porque aunque en esta serie se habla prácticamente de cualquier cosa y ocurren infinidad de situaciones distintas, sobre todo y ante todo es una serie sobre las miserias sexuales, y sobre la eterna dificultad de conciliar las necesidades sexuales inherentes a la vida moderna con el desafío de criar a un hijo. Por supuesto que también su tema es una familia distorsionada, casi grotesca (¿alguna no lo es o está cerca de serlo?), pero es admirable con qué lucidez te habla de las relaciones sexuales, siempre con un punto de ironía irresistible.

Para el que no la conozca (cosa probable entre los lectores, porque no es una serie muy popular en España, y la única generalista que la emite es La 2), esta serie tiene como protagonistas a dos hermanos muy diferentes entre sí que sin embargo tienen que empezar a vivir juntos por pura necesidad del más sensible de ellos que además trae a casa del más cínico a su hijo, fruto del matrimonio recién terminado que le va a marcar de por vida.

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Esta situación bien podría dar para un drama, pero proporciona todo tipo de situaciones desternillantes, pues este trío masculino, a cada cual más inmaduro (bien secundados por una caterva de secundarios, todos ellos una panda de tarados sin remedio) va ser el protagonista de una serie que parece incombustible en su capacidad para sorprender y hacer reir, convertida ya en garantía de disfrute nocturno en la siempre necesitada televisión española.

Alan (un estupendo Jon Cryer) es el hermano feo, serio y responsable, que una y otra vez se ve incapaz de educar a su rellenito hijo Jake (impagable Angus T. Jones) tal como a él le gustaría, y que tras su divorcio de la mandona e inaguantable Judith, se ve forzado a irse a vivir con su vividor hermano mayor, el guaperas y putero de Charlie (divertidísimo Charlie Sheen, que por fin, con esta gran serie, encuentra una regularidad en su carrera).

Charlie, un compositor de jingles que vive en un chalet al lado de la playa californiana, que siempre va vestido con pantalones cortos y que cada noche duerme con una fulana distinta, es todo lo opuesto a Alan, y además tienen una madre que está bastante ida, y una ama de llaves que tiene una verborrea impresionante, y una vecina loca y sexualmente desinhibida que es una acosadora nata. ¿Hacen falta más razones para verla?

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