Andrei Tarkovski y 'Esculpir en el tiempo'

Andrei Tarkovski y 'Esculpir en el tiempo'
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Después de 1975, Tarkovski se planteó seriamente dejar el cine, y así lo comunicó de forma pública. Los enormes problemas de distribución de 'Andrei Rublev' ('Andrey Rublyov', 1966), así como la agridulce experiencia de 'Solaris' (id, 1972), culminaron en la muy personal 'El espejo' ('Zerkalo', 1975), que sufrió el ataque de la mayoría de sus colegas, y la reacción furibunda de muchos espectadores en Rusia. Sintiéndose un incomprendido, un apestado, y sin apenas margen para llevar a cabo el cine que él creía que era el único importante, Tarkovski anunció su prematura retirada, a los cuarenta y tres años. Pero un aluvión de cartas de ánimo, de palabras de afecto por su labor, le hicieron cambiar de idea respecto a su oficio de director, y le provocaron el deseo de concluir un proyecto que había empezado casi cinco lustros atrás: la redacción de un diario de dirección, por así llamarlo, que se convertiría en uno de los libros sobre cine y arte en general, y sobre un director en particular, que jamás se hayan escrito.

Tanto es así que mientras creo que 'El cine según Hitchcock', de Francois Truffaut, es el libro perfecto para indagar en las más elaboradas formas del cine narrativo y comercial, entendido en su máxima expresión de cine-espectáculo, 'Esculpir en el tiempo', escrito en colaboración con Olga Surkova, es el ensayo más importante, y en muchos aspectos, el más hermoso y emocionante, que he leído sobre el cine entendido como arte supremo, además de uno de los más importantes sobre arte en general, porque Tarkovski no se limita a hablar sobre cine. Su vasta cultura, su profundo intelecto y su heterodoxa manera de vivir y percibir el arte, hacen de este volumen un objeto imprescindible tanto para cualquier futuro artista como para aquellos que quieran conocer mejor al artista detrás de las películas. De hecho, funciona como unos apócrifos "comentarios del director" que leer o recordar según uno va viendo sus películas.

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Precisamente empieza Tarkosvki su ensayo citando algunas cartas que le enviaron en su época de parón creativo, pero no con las que le pedían volver o con las que le demostraban que su trabajo era importante para algunas personas, sino con ejemplos de personas que le atacaban por encontrar incomprensible 'El espejo'. A pesar de que Tarkovski procuraba trabajar de espaldas a cualquier concesión comercial, y consideraba superflua la recaudación en taquilla, lo cierto es que le afectaron mucho las feroces críticas a su cuarta película, y tal como dice en el libro: "me preguntaba desesperado para quién trabajaba y por qué". También cita, en esta introducción, algunos comentarios elogiosos de críticos profesionales, que afirma que suelen decepcionarle aún cuando alaban su trabajo, y los ataques públicos de sus compatriotas cineastas, para terminar con dos alucinantes cartas de sendas espectadoras, y con las cuales "no puede haber un reconocimiento mayor al propio trabajo". Como los personajes de muchas de sus ficciones, Tarkovski encontraba una mínima, pero contundente, respuesta a su fe en sí mismo, palabras que le convencían de seguir el camino estético que él se había marcado, sin importar el precio a pagar.

La expresión "esculpir en el tiempo" no la acuñó Tarkovski de la noche a la mañana. Surgió de una concienzuda y radical reflexión en su propio quehacer artístico, en la insatisfacción de leer escritos sobre cine que le provocaban el deseo de defender sus propias ideas, y en definitiva en la necesidad de hacer cine durante las prolongadas pausas entre película y película. Si los chicos del Cahiers francés hacían cine escribiendo críticas, Tarkovski hacía cine escribiendo sus notas, sus conversaciones y sus conferencias, todo ello estructurado en este libro como una suerte de compendio de una percepción del cine. Y su percepción era que el director de cine era como un escultor, que en lugar de arrancar trozos de materia a un pedazo de roca o de madera o de metal, arranca o corta o deshecha trozos de tiempo. Describe la situación ideal como una vida completa, de ochenta años de tiempo, a la que se despoja de todo el material sobrante, hasta quedarse con las dos o tres horas que dura una película. Para él, el cine es el primer arte que captura el tiempo tal cual, no como una abstracción, sino como una realidad, y demasiadas veces las películas ignoran este principio básico, y se dedican a cuestiones superficiales que lo abaratan y lo convierten en la barraca de feria que generalmente es.

Dividido en nueve partes ('Los comienzos', 'El arte como ansia de lo ideal', 'El tiempo sellado', 'Predestinación y destino', 'La imagen cinematográfica', 'Sobre la relación entre el artista y el público', 'Sobre la responsabilidad del artista', 'Después de "Nostalghia"' y '"Sacrificio"'), más la Introducción y el Epílogo, 'Esculpir en el tiempo' es muchas cosas a la vez: un diario de trabajo, un repaso a una carrera a menudo sinuosa, una declaración de estilo, un discurso moral, un análisis, una confesión y un fructífero diálogo consigo mismo para comprender mejor su oficio. En definitiva, un volumen imprescindible que, sin embargo, no voy a emplear para analizar sus películas más que como referencia documental. Eso sí, no me resisto a incluir aquí algunas de sus frases más asombrosas y sinceras, por si acaso algún lector de Blogdecine todavía no se ha decidido a leerlo hoy mismo:

"A menudo se me ha preguntado qué simboliza exactamente la zona y hay quien se ha lanzado a las más aventuradas hipótesis y sospechas. Preguntas y suposiciones de ese tipo siempre consiguen abocarme a la desesperación y a la cólera. En ninguna de mis películas se simboliza algo. La zona es sencillamente la zona."
"El cine es una realidad emocional y, como tal, el espectador la percibe como una segunda realidad. Por este motivo, esa idea tan extendida de que el cine es un conjunto de signos me parece una idiotez, falsa en sus fundamentos."
"Quiero subrayar una vez más que el cine, al igual que la música, opera con realidades. Por eso estoy en contra de los intentos de los estructuralistas de considerar el plano como signo de otra cosa, como resultado de un sentido. Esta es una trasposición meramente formal, falta de crítica, de métodos analíticos propios de otras artes. Un elemento musical no tiene intereses ni ideología. Y también un plano cinematográfico es siempre un fragmento de la realidad carente de ideas."
"Cuando a ciertas escenas de mi 'Andrei Rublev', aisladas de su contexto (por ejemplo, el episodio del cegamiento o también ciertas escenas de la conquista de Vladimir) se las acusó de "naturalismo", la verdad es que ni entonces ni ahora entendí el sentido de tales acusaciones. Yo no soy un artista de salón, no soy responsable de que mi público esté de buen humor..."
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"En todas mis películas me he esforzado por establecer lazos de unión que aúnen a las personas (dejando de lado los intereses meramente materiales). Lazos de unión que, por ejemplo, a mí mismo me unen a la humanidad y que a todos nosotros nos ligan con lo que nos rodea. Tengo que sentir imperiosamente mi continuidad espiritual y el hecho de que no me encuentro por azar en este mundo."
"Debo decir que la acción externa, las intrigas y la conexión entre los acontecimientos no me interesan para nada, y que en cada película me van interesando menos. Lo que realmente me preocupa es el mundo interior de las personas. Por eso me resultó algo completamente natural lanzarme al viaje hacia el interior del alma de mi héroe, en la filosofía que lo sustenta, en las tradiciones culturales y literarias en que se basan sus fundamentos internos."
"¿Cómo iba a imaginar durante el rodaje de 'Nostalghia' que aquel estado de tristeza aplastante y sin salida, que marca toda la película, podría alguna vez ser el destino de mi propia vida? ¿Cómo iba a imaginar que yo mismo, hasta el final de mis días, tendría que sufrir esa misma grave enfermedad?"

Con 'Esculpir en el tiempo', el cinéfilo obtiene el que quizá sea el ensayo definitivo sobre cine-arte. Y más aún: una aproximación más a la mente y al corazón de uno de los verdaderos colosos del arte audiovisual, por lo que creo que es un libro de compra obligada y de lectura apasionante para todos los amantes del cine.

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