'Gran Reserva', el drama con mayúsculas cierra una redonda segunda temporada

'Gran Reserva', el drama con mayúsculas cierra una redonda segunda temporada
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No me diga que al final, de tanto fingir ha terminado por pasar de verdad. ¡Qué ironía! Y ahora usted me pide ayuda a mí. Ayer me pidió que rezara para no perder a mi hija. En realidad lo que he deseado con todas mis fuerzas era perderle a usted de vista. Y ahí está. No se resista Vicente, déjese llevar, nos hará un favor a todos, a mí, a su familia, incluso a su bodega. No aprendió la lección con Claudia, no es buena idea quitarle una hija a su madre.

Gran Reserva‘ ha terminado su segunda temporada, y con ella ha dado en los morros a todos aquellos que reniegan de la ficción española simplemente por eso, por ser española. De vez en cuando conviene quitarse las gafas de pasta, abandonar la comodidad del ordenador y sentarse en el sofá a ver la tele; que si aguantamos una hora con las series de cable, se pueden aguantar perfectamente 70 minutos sin publicidad (¡sin publicidad!) disfrutando de uno de los mejores dramas, si no el mejor, de los últimos años en nuestro país. La segunda temporada de ‘Gran Reserva‘ ha sido toda una gozada, un espectáculo visual, interpretativo… y también argumental. Casi de culebrón, sí, pero un culebrón muy bien contado.

Los fantasmas del pasado acechan a los Cortázar

El pasado siempre vuelve, y no ya sólo por la muerte de la secretaria de las bodegas a manos de Gustavo en la primera temporada. ‘Gran Reserva’ decidió este año meternos un nuevo misterio en forma de recuerdo en la maltrecha mente de Miguel; lo que no sabíamos era que ese recuerdo nos iba a traer de vuelta a la madre, la que supuestamente murió en los años 70 antes de que ninguno de los hijos Cortázar pudiera recordar nada de ella. Gloria Muñoz ha sido una elección estupenda para encarnar a este personaje, que comenzó de forma dubitativa, sin hacer ruido, para convertirse finalmente en uno de los pilares al final de la temporada.

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Otro de los nuevos personajes, el de Manu (Yon González), también engañó con su actitud en los primeros capítulos. Algunos de vosotros ya vaticinasteis hace algunas semanas que no todo en él era calma, tranquilidad y buenas intenciones, y no os habéis equivocado. Yo juro que no vi venir ese giro argumental, lo que demuestra que los guionistas de ‘Gran Reserva’ han sabido plantear bien las nuevas tramas y, más importante aún, recuperar las historias de la primera temporada sin desgastar una y otra vez con lo mismo.

Otros regresos celebrados han sido los de Mónica Robledano, la ex-abogada de las bodegas Cortázar decidida a limpiar su nombre después de que la acusaran del crimen cometido por Gustavo, y de Paula, que tras ser internada en el psiquiátrico volvió en el último capítulo totalmente recuperada y con ganas de seguir dando la lata. Ninguna de las dos ha sido especialmente destacable en la trama (vale que Mónica tenía los papeles que inculpaban a Raúl, pero poco sacó con ello), aunque para la tercera temporada han quedado en una posición en la que pueden dar mucho de sí. Bueno, Mónica ya no, evidentemente.

Las mujeres en ‘Gran Reserva’

No hay cosa que disfrute más en una serie de este tipo que una zorra montada encima de unos zapatos de tacón, y gracias al sector femenino de ‘Gran Reserva’, hemos tenido bastantes dosis de ello. Destaco por encima de todo a Sara, un personaje que nunca me pareció nada del otro mundo, pero que se comió la pantalla con su soberbia interpretación cuando a Vicente le estaba dando el ataque al corazón. Su monólogo frente al moribundo Cortázar, que reproducimos íntegramente al comienzo de esta entrada, y ese sutil golpe de tacón para quitarle el teléfono de su alcance revelan en una sola escena toda la esencia de la serie.

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Lo mismo podemos decir de Rosalía, decidida por todos los medios a recuperar su trono como matriarca de la familia, y probablemente la única que ha tenido los cojones de plantar cara a Vicente. La marcha de éste del hogar familiar al final del último capítulo y la ocupación por parte de Rosalía de su asiento en la mesa nos trae a un personaje que, a todas luces, puede convertirse en la versión femenina de Vicente Cortázar, tanto para lo bueno como para lo malo. De igual forma, hay que quitarse el sombrero ante Paula, que tras abandonar el psiquiátrico ha seguido una brillante estrategia para obtener una posición de poder en las bodegas y, con ello, planear su venganza.

En el lado contrario quedan dos personajes a los que entran ganas de pegarles un par de guantazos: Emma Cortázar y Lucía Reverte. La primera es capaz de sacar a cualquiera de quicio cada vez que llama a su marido (¡Guuuuuussss!) y no puede vivir si no es a la sombra de éste; la entrega de las acciones a Gustavo y su sentimiento de culpa por la muerte de Manu terminaron por hundirla, pero yo sigo con la esperanza de que los guionistas saquen de ella alguna maldad. Lucía, por su parte, se rompe en pedazos de buena que es, y dejándose llevar por unos y por otros ha terminado en la cárcel por partida doble. Tonta, que eres tonta, Lucía.

Un final de infarto

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Decía chicadelatele el otro día en Twitter mientras comentábamos el final que se pasaban con la música de tensión de fondo, pero que aun así se había mantenido pegada a la tele; y efectivamente, así fue. En su afán por convertirse en un drama con mayúsculas, llegan a pasarse con el artificio de alrededor, pero no se puede negar que la serie de RTVE sabe crear situaciones y escenas que le dejan a uno con el corazón en un puño. Desde el momento tacón de Sara hasta la entrada de Vicente en su casa sabiendo que una persona que vive entre sus paredes había cortado los frenos de su coche; ‘Gran Reserva’ está lleno de “escenazas”, de esas que casi sin diálogo y con unos pocos planos dicen más que otras muchas en todo un capítulo.

Y el final de esta segunda temporada ha estado lleno de este tipo de situaciones. Destaco, sobre todo, ese duelo entre padre e hijo en las bodegas Cortázar, en el que Miguel reprocha a su padre todo lo ocurrido en los últimos meses, desde la caída de las bodegas hasta la muerte de Claudia.

Mataste a mi hija. Ordenaste que manipulasen los frenos del coche de Paula. Tú mataste a mi hija. Enhorabuena, lo conseguiste, ahora podrás visitar a Claudia siempre que puedas; en el cementerio, por desgracia. Adiós… papá.

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Los minutos finales han sido una sucesión de cliffhangers consecutivos para una tercera temporada que se presenta impresionante. Desde la muerte de Mónica con Dani y Miguel como sospechosos, hasta la detención de Lucía por culpa de los chanchullos de Raúl, pasando por la marcha de Vicente de la casa familiar y la ocupación de Rosalía del puesto de matriarca. Los malos adquieren mayor protagonismo dentro de la empresa, con Gustavo gestionando las acciones de Emma y Paula como socia en los negocios buscando venganza. ¿Y qué se supone que esconde esa caja que entierra Vicente? Multitud de frentes abiertos que nos dejan con más ganas, si cabe, de que la serie vuelva. Eso sí, hasta 2012 no hay nada que rascar. Seamos pacientes, que ‘Gran Reserva’, como el buen vino, necesita reposo.

En ¡Vaya Tele! | ‘Gran Reserva’, la venganza de los Cortázar

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