Es alucinante, para mí lo es. Por lo visto en Estados Unidos hay una especie de pacto entre caballeros según el cual las distintas cadenas siempre aceptan reservar el horario de máxima audiencia a la Casa Blanca tras una petición expresa. El gabinete del Presidente cursó la correspondiente solicitud para que Barack Obama pudiese explicar esta noche a la nación su controvertido plan de reforma de la sanidad, pero se ha encontrado con la horma de su zapato.
Ante la contundente negativa de la NBC a emitir el discurso a las nueve de la noche, hora en la que tenían previsto emitir una entrevista a Susan Boyle, la friki del año gracias a 'Britain's Got Talent', Obama ha tenido que adelantar su discurso a las ocho para poder estar en directo en todas las cadenas del país.
No es que piense que Obama tiene derecho a monopolizar las televisiones cuando le dé la gana (aquí también pasa algo parecido con los discursos institucionales), lo que realmente me ha llamado la atención es que para desafiar esa norma no escrita una cadena utilice a Susan Boyle. Esta mujer está logrando unos hitos televisivos fuera de toda lógica.
¿Hasta dónde se va a llegar en la utilización televisiva de este icono? Habrá quien piense que canta bien pero, no nos engañemos, ése no es el motivo de su celebridad. Gente que canta realmente bien la hay a decenas y no eclipsan al Presidente de Estados Unidos. Susan Boyle da dinero a espuertas, es alguien de quien reírse o de quien compadecerse, eso va por gustos, pero no van a permitir que pase inadvertida.
Y lo más curioso de la historia. Las televisiones, en su mayoría, siguen abominando de Internet cada vez que pueden pero hay que recordar que el éxito mundial de Boyle se produjo en YouTube y no en la tele puesto que ni siquiera ganó el concurso en el que participó. La tele puso el caramelo a la puerta del colegio y sin más inversión recoge ahora los jugosos dividendos. Como decía al principio, las cotas de surrealismo que ha alcanzado este montaje me parecen increíbles.
Vía | La Razón En ¡Vaya Tele! | 'Jon & Kate plus 8' y el doble filo de los realities
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