A mí sí me gusta 'Mujeres Desesperadas'

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Para mí, ‘Mujeres Desesperadas’ formó parte de esa nueva generación de series que, junto con ‘Lost’, abrieron un nuevo horizonte de disfrute con las series venideras. A pesar de sus seis años y de otras tantas temporadas, conserva a su reparto original, con unas audiencias más que aceptables en estos tiempos de fragmentación televisiva y un argumento que sigue manteniendo su seña de identidad desde el primer capítulo.

No obstante, cuál es mi sorpresa cuando compruebo que, precisamente este tono perfectamente reconocible e identificativo de la serie es lo que, para la crítica estadounidense, supone que las tramas sean demasiado repetitivas, con un argumento lento, aburrido y predecible. Efectivamente, el hecho de ser un “drama” serializado obliga a una evolución de la historia que trascienda los capítulos autoconclusivos, pero de ahí a afirmar que la serie se encuentra estancada en “más de lo mismo” creo que hay un gran trecho.

Si bien es cierto que todas las temporadas se plantean de la misma manera con un nuevo misterio, debemos aceptar que también se compone de giros argumentales con un trasfondo emotivo que va más allá de la simple convivencia en un barrio residencial de EEUU. Cabe destacar el giro completo que se produjo al final de la cuarta temporada, cuando se dio un salto de cinco años que llevó a la serie a reinventarse a sí misma, con roles completamente diferentes de todas las protagonistas e historias que poco o nada tenían que ver con el pasado y que permitió deshacerse de antiguas tramas ya desgastadas.

La sexta temporada, además de plantearnos el misterio de rigor, nos ha dejado también algunas joyas que se alejan de ese supuesto “argumento predecible”. El accidente de avión en pleno barrio que cambió la vida de Bree nos tuvo en vilo durante todo el parón navideño hasta saber quienes eran las víctimas del fatal acontecimiento. Y tras volver de este parón, se nos ofreció un capítulo atípico que bien podríamos catalogar como uno de los mejores de la serie.

Los sueños de todas nuestras desesperadas sobre cómo podrían haber sido sus vidas en caso de una elección diferente en algún momento de sus vidas se transformaron en 40 minutos alejados de cualquier otra cosa que pudiéramos haber visto antes en la serie. El relato de toda una vida nos dejó unas actuaciones brillantes, y de entre ellas me gustaría destacar el papelón de Lynette (Felicity Huffman) intentando sacar adelante a su hijo.

Esta sexta temporada también ha recuperado la fuerza de los personajes secundarios que había creído perdida en la anterior temporada, con una Katherine (Dana Delany) inconmensurable en su papel de “loca desquiciada” demostrando a lo grande que la serie no se acaba en el cuarteto protagonista. De igual manera, la incorporación de nuevos personajes, como Julie Benz (Dexter) en el último capítulo emitido hasta el momento o la familia protagonista del misterio de la temporada, impide que caigamos en el sopor del “siempre lo mismo”, trayendo consigo nuevas tramas que, de una u otra manera, inciden en las vidas de nuestras desesperadas (que al fin y al cabo son las que nos importan).

Sin embargo, debo reconocer que algunas tramas comienzan a resultar especialmente cansinas, como los problemas de pareja de Tom y Lynette Scavo o los de Gabrielle en la educación de su hija Juanita. Pero como bien dijo Felicity hace unos días en una entrevista: “Es la misma gente, vivimos en la misma calle y llevamos ya seis años. No es que ahora vayamos a traer un extraterrestre“.

De momento, tenemos “desesperación” asegurada hasta 2011; a partir de ahí, las audiencias (que de momento acompañan) y el caché de su reparto serán los que se conviertan en los jueces de su renovación, y no la crítica. Mientras tanto, propongo que nos dediquemos a disfrutar de lo que tenga que ofrecernos la serie.

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