Sara Sidle es preferir trabajar con los cadáveres que con otras personas. Es escoger el turno de noche por voluntad propia. Cuando te sientes más a gusto sola que en compañía de otros, y lo único que necesitas es tu microscopio, el periódico forense y una ración de comida china en la oficina. Sara Sidle es el ruido intermitente de los fluorescentes. Cuando tu trabajo se convierte en tu hogar, en tu casa emocional, donde encajas en mejor que en ningún otro sitio, porque lo cierto es que en los demás sitios no encajas.
Un cadáver no puede hacerte daño, un cadáver no te puede contestar mal, no te puede herir, no te puede decepcionar. No puedes imaginar mejor amigo. Y dejas que la vida pase a través de la ventana. Te quedas con la seguridad del tic-tac del reloj, los pasillos vacíos y el laboratorio que conoces tan bién como la palma de tu mano. Pruebas, matemáticas, resultados, verdades absolutas. Estás en tu propio espacio, donde conoces las reglas. Nada puede dañarte, te sientes protegida por tu propio mundo, en el útero de mamá.
Sara Sidle es despertar y oir que están preparando tostadas en la cocina. Ya no tienes miedo. Sara Sidle es preferir ver una pel.ícula en DVD que salir a cenar porque bajo la manta en el sofá no te sientes vulnerable. Es evitar salir de tu zona de comfort, del hogar caliente y seco que es tu propia comodidad. Y mientras, allí fuera, la vida pasa a través de la ventana. Sara Sidle es enamorarte de tu jefe, porqué, ¿de quién sinó te podías enamorar?
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