¿Merece la segunda temporada de 'True Detective' las malas críticas que está recibiendo?

¿Merece la segunda temporada de 'True Detective' las malas críticas que está recibiendo?

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¿Merece la segunda temporada de 'True Detective' las malas críticas que está recibiendo?

El estreno de la segunda temporada de 'True Detective' en HBO era uno de los eventos seriéfilos más esperados del verano. Después del inesperado fenómeno que fue su primera entrega, que convirtió a su creador, Nic Pizzolatto, en un autor televisivo con mayúsculas a ojos de los críticos, había una gran expectación por ver cómo iba a conseguir igualar el nivel de las peripecias de Rust Cohle y Martin Hart. La serie iba a contar una historia diferente y a tener otros protagonistas, y su peor enemiga sería ella misma, y el elevadísimo hype que acompañó a aquellos episodios dirigidos por Cary Joji Fukunaga.

Sin embargo, la primera temporada de 'True Detective' también recibió su ración de críticas en su momento. Se la acusó de misógina, de demasiado pretenciosa y, en general, de no ser para tanto, y cuando se estrenó 'Fargo', terminó su breve reinado como "la mejor serie del año". Sin embargo, se mantenía el sentir de que había sido una buena primera temporada, con una gran personalidad propia, con dos actores en gran forma como Matthew McConaughey y Woody Harrelson y que Pizzolatto tenía cosas interesantes que decir, aunque su visión del mundo fuera bastante deprimente. Y en éstas llegaron los nuevos capítulos.

'True Detective' ha perdido personalidad

En esta segunda temporada, la serie se ha desplazado a una corrupta ciudad industrial de California, ha cambiado a su pareja de detectives por un mafioso y tres policías, a cada cual más atormentado, y su trama de Reyes de Amarillo en los pantanos y asesinatos rituales ha dado paso a un caso de corrupción política y urbanística bastante más convencional. Y es convencional en el sentido de que es una historia que hemos visto ya muchas veces en el género negro. Sólo le falta incluir una prostituta asesinada al estilo de la Dalia Negra, y ya tenemos una copia de James Ellroy.

El toque especial que le daba las referencias al ocultismo y la dirección de Fukunaga ya no está en los nuevos episodios, y la serie no es tanto que se resienta, sino que es una más. Esta misma temporada ha habido otro ejemplo de este noir californiano, 'Bosch' en Amazon, y el detective torturado que intenta redimirse resolviendo un caso que sus jefes no quieren, en realidad, que resuelva es un cliché muy utilizado. La pretenciosidad de la serie, que ya estaba presente en la primera temporada, aquí queda demasiado expuesta, y sus diálogos (los de Frank Semyon, por ejemplo) suenan demasiado literarios y artificiales en ocasiones.

A 'True Detective' se le ven más las costuras, como quien dice, que en la primera temporada, y la oscuridad moral en la que se mueven todos sus personajes puede resultar excesiva para buena parte de los espectadores. Con el capítulo del pasado domingo, el quinto, algunos críticos se preguntaban si no se daba cierto giro demasiado tarde para que a alguien le importara. También ha habido quejas de que el caso que Velcoro, Woodrough y Bezzerides investigan es demasiado complicado, que es un lío difícil de seguir, cuando en realidad es bastante más sencillo de lo que parece. Tiene muchas ramificaciones, pero no es ciencia espacial, como dirían los estadounidenses.

¿Merece la pena verla?

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Conforme avanza la segunda temporada, es fácil darse cuenta de que no es una serie tan distinta con respecto a su primer caso. Los detectives siguen investigando una trama de hombres poderosos que se sienten con derecho a tomar lo que les dé la gana, a hacer su santa voluntad en todos los frentes y que nadie les pida nunca cuentas por ello. Pizzolatto opera bajo la asunción de que el mundo funciona así, y cuando saltan a las noticias casos de corrupción política, por ejemplo, parecen estar dándole la razón. Sus personajes están, probablemente, demasiado torturados y provienen de entornos demasiado desestructurados como para que no pensemos que, a veces, está tomándonos el pelo, pero si se sabe lo que se está viendo, no es una pérdida de tiempo.

Es una historia noir de detectives en los puntos más bajos de su vida, enfrentados a una trama corrupta demasiado extensa como para que puedan hacer algo para desmantelarla. Sí, es más convencional en ese sentido, y no todos los personajes funcionan igual de bien siendo herméticos e intensos, pero puede ser un todo medianamente interesante cuando llegue al final. Cuando sus tres investigadores trabajan juntos, la serie es más entretenida. Si rebajara la pretenciosidad, ganaría puntos, pero ya sabemos que eso no va a pasar. No merece el hate-watching al que ha sido sometida, y parte del problema con esta segunda temporada está en la elevación a los altares de sus primeros capítulos y, sobre todo, de Nic Pizzolatto. No es una mala serie. Pero tampoco es tan buena como cree. Se ha quedado, por ahora, en correcta.

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