La tercera temporada de 'Downton Abbey' recupera su tono

La tercera temporada de 'Downton Abbey' recupera su tono
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Los vaivenes de la segunda temporada de ‘Downton Abbey‘ hicieron que unos cuantos fans perdieran la fe en las peripecias vitales de la familia Grantham, que se escoraron demasiado hacia el artificio melodramático aprovechando la irrupción en las tramas de la Primera Guerra Mundial. El especial de Navidad, sin embargo, hacía presagiar que este culebrón high class iba a volver por sus fueros en la tercera entrega y, salvo por un par de cosas, así ha sido. Las elipsis temporales locas se han suavizado mucho, en general los personajes se han comportado de modo más coherente y Julian Fellowes hasta nos ha soltado un hachazo emocional en mitad de la temporada que ni Shonda Rhimes en sus finales más locos de ‘Anatomía de Grey‘.

Ha habido dos tramas que han vertebrado buena parte de estos ocho capítulos, que ya sabemos que volverán a cerrarse de verdad en el consiguiente especial de Navidad; una ha sido la pérdida de casi toda de su fortuna de Lord Grantham, lo que deja a Downton en una situación económica muy precaria, y la otra ha sido el intento de Anna por demostrar la inocencia de Bates, encarcelado por la muerte de su ex mujer. Lo mejor de esta segunda trama ha sido que, por fin, se ha resuelto, y tenemos a Bates de vuelta en la casa, porque a veces parecía que estábamos viendo una serie diferente. La primera trama también se ha resuelto, pero lo ha hecho cambiando un poco el panorama en Downton. Eso sí, tods han quedado eclipsadas por el final del quinto episodio.

El adiós de Lady Sybil


La muerte por complicaciones del parto de su hija de Lady Sybil fue un mazazo que nadie se esperaba, más cuando parecía que esas complicaciones se habían solucionado, por muchas reticencias que tuviera el doctor Clarkson, y cuando podíamos acordarnos del amago de matar a Cora de gripe española que vimos en la segunda temporada. Sin embargo, esta vez, no hubo amago de ningún tipo; Sybil muere en medio de terribles espasmos, con toda la familia mirando impotente y los dos médicos (Clarkson y un aristócrata lamado por Lord Grantham), sin poder hacer nada al respecto. Ese momento dejó, probablemente, las mejores interpretaciones que hemos visto en la serie y unas escenas cargadas de emoción que, en parte, resultaban sorprendentes en una serie por lo general tan ligera. Se agradece, además, que Fellowes no solucionara en diez minutos la frialdad que se instala entre Cora y Robert por este tema, y les dejara todo un episodio para que viéramos la difícil situación en la que se encontraban.

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La insistencia de Robert de buscar a un médico de gran reputación y rancio abolengo, como si dijéramos, pero que no conoce a Sybil como Clarkson, no hace más que acrecentar algo que se ha terminado convirtiendo en uno de los temas de la temporada; Lord Grantham se ha quedado trasnochado en muchas cosas. Mientras Matthew y Branson buscan nuevas formas de gestionar la hacienda de un modo más racional y óptimo, Robert está anclado en la forma de llevarla de su padre y de su abuelo, que llevó a bastantes casas nobles rurales inglesas a la quiebra en los años 20. El tira y afloja entre tradición y modernidad, que expuso el personaje de Shirley MacLaine en su breve paso por la serie, se nota mucho más en todo lo relacionado con la dirección de Downton, y el hermético mundo, aún decimonónico, de los Grantham termina de abrirse en esa escena en el club de jazz del último episodio.

Tensión en el servicio

En la parte de abajo de las escaleras no se han librado tampoco de sus problemas. Apartre de todo lo relacionado con Bates, la señora Hughes ha ganado algo más de protagonismo no sólo con ese pequeño susto de salud, sino con su capacidad para solucionar casi cualquier problema que surgiera entre el servicio. Lo mismo intenta ayudar a Ethel, la doncella “caída en desgracia” en la segunda temporada, que media ante Carson cuando estalla finalmente esa trampa que O’Brien le tiende a Thomas utilizando de cebo al nuevo lacayo, un chico demasiado seguro de sí mismo pero fácilmente manipulable. Durante buena parte de la temporada juegan con esa especie de cuadrilátero amoroso organizado entre Alfred, James, Daisy (que está pensándose lo de irse a ayudar al padre de William en su granja) y la nueva ayudante de cocina que prácticamente sólo vale para que la señora Patmore deje un par de sus perlas y para que O’Brien haga sus maquinaciones.

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Thomas, al final, tiene la oportunidad de mostrarse como algo más que un mero villano de culebrón, y aunque resulta difícil de creer que, en los años 20, todo el mundo en la casa fuera tan tolerante con su homosexualidad (estaba penado por la ley entonces), no deja de ser divertido ver que Carson es el único que no sabía que Thomas era gay, y cómo todos los demás hacen bromas al respecto. La verdad es que el pobre mayordomo no se entera de la mitad de las cosas que pasan en esa casa, y él reproduce entre el servicio el mismo dilema entre tradición y modernidad que vive Lord Grantham. De hecho, Carson parece a veces estar todavía más trasnochado que su señor.

la tercera temporada se cierra con un episodio un poco más complaciente de lo habitual, pero en el hay toques de humor por todas partes. De hecho, esta nueva tanda de episodios ha sido tremendamente divertida, y no sólo por las habituales frases geniales de la Condesa Viuda (que, por cierto, dejó un emotivo plano de espaldas tras la muerte de Sybil). No ha estado libre de problemas, por supuesto. Matthew, por ejemplo, parece estar quedándose muy envarado y cursi, mientras Mary funciona bastante mejor con el resto de los personajes y forma un dúo insuperable con su abuela. Lady Edith, por su parte, puede haber sido el personaje que ha crecido más, recuperándose de ese abandono en el altar de su futuro marido (con el que se veía que no había futuro) y buscando labrarse su propio camino en la vida, inicialmente como articulista.

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Nos falta el especial de Navidad para ver por dónde lleva Julian Fellowes los intentos de tener un hijo de Matthew y Mary, la nueva vida de Bates y Ana, la situación de Thomas en la casa o si volvemos a ver a esa sobrina cabra loca a la que su madre manda lejos de Londres y de su amante, un hombre casado. Lo cierto es que la temporada alcanza un pico emocional con la muerte de Sybil que, evidentemente, luego no puede igualar ni mantener, pero sí es cierto que ha sido una notable mejora con respecto a la segunda entrega, a pesar de todas las pegas que le queramos poner.

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