Kelsey Grammer y Martin Lawrence son un dúo pésimo en 'Partners'

Kelsey Grammer y Martin Lawrence son un dúo pésimo en 'Partners'
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La televisión no necesitaba una comedia protagonizada por Kelsey Grammer y Martin Lawrence. Este sería el veredicto rápido y express de ‘Partners’. Los dos tienen credenciales válidas en el género de años atrás, cuando estaban en la primera línea de la industria. Sin embargo, el tiempo corrió y, según parece, ellos dos se quedaron atrás.

‘Partners’ no deja de ser una propuesta cuya única voluntad es llenarles el tiempo. Algún cojín deben tener de sus mejores tiempos (Grammer cobraba más de un millón por episodio por las últimas temporadas de ‘Frasier’) pero la cuestión es tener un trabajo regular, ni que sea en televisión. A Grammer no le salió bien el cambio de registro del drama ‘Boss’, que recibió buenas críticas pero no renovó más allá de la segunda temporada, y Lawrence tiene que hacer tiempo hasta que Will Smith y Michael Bay quieran rodar ‘Dos policías rebeldes III’.

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Un modelo de producción loco

Si ‘Partners’ funcionase, les solucionaría este problema. Como hizo Charlie Sheen con ‘Anger Management’, esta sitcom se produce bajo el modelo 10/90. Esto significa que, en lugar de renovarse cada año, si al canal FX le gustan los resultados de los primeros diez episodios, deben encargar los noventa restantes. Esto explica, por ejemplo, que Sheen siga en antena con ‘Anger Management’ a pesar de los modestos resultados. Están comprometidos a llegar a los cien capítulos.

De momento, no se sabe si ‘Partners’ llegará a los mínimos para conseguir este jugoso acuerdo que permite reducir costes, producir como rosquillas y, al terminar, tener episodios suficientes para mantenerse en la sindicación americana (vender las reposiciones, vamos). Sea como sea, la televisión no lo necesita. Con una comedia rancia y barata como la de Sheen ya hay más que suficiente.

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La de la derecha tiene mucha actitud.
En el caso de ‘Partners’, nos centramos en dos abogados que se hacen socios por necesidad. Allen Braddock (Grammer) se toma la ley como algo relativo y no duda en llevar a cabo cualquier argucia legal para salirse con la suya mientras que Marcus Jackson (Lawrence) es un trozo de pan que disfruta ayudando a los demás. Pero descubren que se pueden ayudar mutuamente, sobre todo cuando Allen se queda sin trabajo y trabaja para conseguirle un mejor acuerdo de divorcio a Marcus.

Carcajadas desatadas

El problema, no obstante, no es que huela a años ochenta. Bueno, sí, tiene que ver, pero esto por lo menos es lo que quería FX. Supongo que cuando encargaron la serie a Robert L. Boyett (‘Padres Forzosos’, ‘Cosas de Casa’) intuían que irían por allí los tiros. Pero las bromas brillan por su falta de ingenio y las carcajadas están tan desatadas que hacen énfasis en todo aquello que no funciona.

No es buena señal que sólo de empezar el segundo episodio ya tengamos veinte minutos de bromas sobre los protagonistas haciéndose pasar por homosexuales. ¿Cuánto tiempo hace que esta situación dejó de tener gracia? Y los secundarios que pasan por allí, desde la negra con actitud (ese es su papel y probablemente estaba descrita así en el guión), al secretario homosexual y la ayudante que se cree una devora-hombres, tienen líneas más o menos bochornosas.

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Aquí hay alguien que se cree demasiado graciosa.
La ayudante, para ser exactos, dice ser tan atractiva que es capaz de comerse un frankfurt delante de cuatro homosexuales y que se levanten para aplaudirla. Este es el nivel. Pero también hay mil frases que no tienen ni pizca de gracia y las carcajadas las subrayan como si fueran desternillantes, lo cual resulta directamente incómodo.

Uno mal y el otro peor

Kelsey Grammer y Martin Lawrence, además, están en dos puntos bastante distintos. El que tiene cinco Emmys en su haber (cuatro por ‘Frasier’ y otro por ‘Los Simpson’) tiene una vis cómica que consiste en ser un prepotente pagado de si mismo y, si no tiene un buen guión delante, sólo cae mal. Lawrence, en cambio, ni se esfuerza. Está allí, quiere cobrar el cheque y cree que su nombre y apellido son suficiente para hacer reír a la gente.

Ninguno de los dos consigue ser una razón de peso para ver ‘Partners’. Al contrario, más bien se convierten en argumentos para evitarla a toda costa. A menos que seas un nostálgico de la peor comedia de las décadas pasadas (no me refiero a ‘Frasier’, que conste), es mejor alejarse de estos abogados.

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