Esta noche, Diario de... llega a su programa número 50. En estos tiempos, casi es de elogiar que haya conseguido esa longevidad sin tener un sitio fijo en la parrilla. Sin embargo, llegar al medio centenar del programas no implica que Diario de... haya variado ni un ápice su concepción inicial. Y por eso sí que podemos lamentarnos.
El programa nació como una serie de reportajes de supuesta investigación. Se vende como un ejemplo de programación al servicio del interés social, pero sus ganchos suelen ser tan amarillistas como el tratamiento de sus temas. Mucha provocación disfrazada de periodismo mordaz, muchos trucos a los que, como a los peores magos, se les ve el humo y los espejos. Eso es lo que acaba por dar Diario de..., un programa casi siempre desaprovechado por esa tendencia a la polémica, por querer ser el descubridor de la podredumbre de la sociedad, por sus ganas de epatar.
Dicen Telecinco en su nota de prensa algo que es más puro deseo, pensamiento ilusorio, que realidad:
Asuntos abordados con valentía, rigurosidad y sin ambages. En un espacio al que Telecinco ha proporcionado los medios, la libertad y confianza necesarios para convertirse en un referente informativo.
No hay mucha diferencia entre lo que hacen los responsables de Diario de... y muchas de esas portadas de los tabloides ingleses con las que nos escandalizamos de vez en cuando. Es el signo de los tiempos, supongo, porque ha cundido el ejemplo y y ahora es GPS quien imita los peores tics del programa presentado por Mercedes Milá desde otra cadena. ¿Que cumpla muchos más? Bueno, si es para mejor...
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