'Cupid', comedia romántica sin filo

'Cupid', comedia romántica sin filo
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'Cupid' es otro de los estrenos primaverales de la televisión estadounidense y también uno de los primeros que ha dado malos resultados. El público estadounidense parece no haber conectado con el remake de la serie de 1998 ni con su tono de comedia romántica de humor blanco. Sin ser un descalabro, la apuesta de la ABC le ha salido discreta.

Lo cierto es que no me extraña: 'Cupid' llega en un momento en el que la comedia televisiva hace tiempo que abandonó ciertos viejos modos de contar historias. También cuando, tanto en cine como en televisión, lo mejor del género no predica el tono amable, sino que busca los límites del espectador estadounidense. Se apuesta más por lo gamberro que por la comedia para todos los públicos y, al final, todos nos hemos ido acostumbrado al tono ácido de muchas sitcom.

Por eso, 'Cupid' descoloca: aquí no hay nada ni tan siquiera remotamente transgresor. Es como una de tantas películas románticas que no dicen nada. La premisa (un hombre que dice ser Cupido y una psiquiatra que debe tratarlo, aunque se vea arrastrada por la vorágine del dios del amor) podría ser interesante, pero en 'Cupid' esas esperanzas se quedan sólo en el papel.

En pantalla, más allá de algún momento divertido, la comedia se hace muy cuesta arriba. Los capítulos parecen más largos de lo que realidad son y el tono es tan blanco, tan normal, que sus chistes ya nos los hemos oído y visto mil veces.

Por si fuera poco, la química entre la pareja protagonista no acaba de aparecer, de manera que la trama principal queda ensombrecida por las secundarias, sin que éstas sean tampoco para echar cohetes. Bobby Cannavale, de 'Will & Grace', que debería ser la estrella absoluta y explotar su vis cómica, no acaba de despuntar y su acompañante en el reparto, Sarah Paulson, no logra hacer creíble su papel como férrea psiquiatra.

Cupid Review
En fin, sus pobres audiencias (en especial entre ese público femenino treintañero al que va dirigida) podrían condenarla en breve, pero yo no sufriré por ello. De momento, la antorcha de la comedia la portan otros.

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