'The Man in the High Castle', la ucronía que atrapa con los dilemas morales de sus nazis

'The Man in the High Castle', la ucronía que atrapa con los dilemas morales de sus nazis

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'The Man in the High Castle', la ucronía que atrapa con los dilemas morales de sus nazis

«¿Cómo habría sido que los Nazis hubiesen ganado la segunda guerra mundial?» Esta es la tesis que planteaba Philip K. Dick en su ucronía ‘The Man in the High Castle’, novela que Amazon ha decidido adaptar (bastante libremente) y convertirla en una de las series de su plantilla. Los diez episodios de esta primera temporada dan de sí para atisbar en qué estado sociopolítico se encuentra Estados Unidos (de Europa o el resto del mundo se conoce poco) y para plantear cambios en el juego de cara a la ya confirmada segunda temporada.

Una de las dudas a las que me enfrentaba de cara a la historia tras ver el primer capítulo era cómo ‘The Man in the High Castle’ equilibraría todas las partes relevantes que la componen, a saber: el universo en el que se desarrolla y sus normas, los personajes, la trama de la resistencia y la relevancia de los altos cargos nipo-germanos. Aunque algunos elementos sean más potentes o estimulantes que otros, este drama histórico consigue sacar partido a todos esos factores.

Unos personajes a la altura

Lo fácil habría sido caer en unos perfiles absolutos. La resistencia es buena, los nazis y japoneses son malvados. Sin embargo, son precisamente esos personajes más delicados ante el estereotipo los que más atractivos resultan. Destacaría al Obergruppenführer (estupendo Rufus Sewell), cuya trama está repleta de situaciones y decisiones que ponen de manifiesto su inquietud ante los dilemas morales que le supone el régimen, desde la culpa por los asesinatos cometidos hasta la desobediencia ante la pureza de raza cuando la víctima es su propio hijo.

En el lado japonés, tanto Tagawa, ministro de comercio, como el inspector Kido, jefe de los Kempeitai en San Francisco poco a poco se fueron convirtiendo también en dos de mis personajes favoritos. De nuevo, los guionistas evitan caer en maniqueísmos y nos muestran a hombres en posición privilegiada y de poder que se encuentran ante un dilema moral. En el caso del primero, las dudas ante el estado de salud de Hitler (y por tanto de su régimen y la paz entre Japón y el imperio Nazi) llevan al Tagawa a maquinar contra los suyos en un intento de evitar la guerra.

Nazis

Kido es más implacable y hace lo que tiene que hacer para conseguir lo que busca en su trabajo (todo aquello de la hermana y sobrinos de Frank es descorazonador), pero también ha de tomar decisiones difíciles y que consiguen que el personaje nos sorprenda. A pesar de lo que podría parecer en un principio, ha sido toda esta parte de despachos y altos cargos la que ha dado personajes más estimulantes y con más dobleces de las que aparentaban.

En lado de la resistencia (tanto los que aparentan como los que lo son) ha tenido un desarrollo más formulaico dentro del género de espías, lo que no quiere decir que no funcione. Juliana Crain es una heroína protagonista al uso; perseverante, de naturaleza bondadosa y con coraje que funciona como hilo conductor de esa parte de la trama. Son sus ojos y los de sus aliados los que nos van descubriendo el universo en el que se mueven, pero es Frank Frink el que destaca entre todos ellos, un pobre hombre que no deja de sufrir durante los 10 episodios.

En términos generales, son los personajes y los dilemas morales a los que se enfrentan lo más interesante de la serie. Todos y cada uno de ellos tienen que tomar al menos una decisión (otros han de hacerlo constantemente) que les hace ser conscientes (y con ello al espectador) de que nada es blanco y negro, que nada es puramente malo o deplorable o genuinamente bueno o correcto. Al contrario de lo que podría imaginarse en un planteamiento tan high concept como el de ‘The Man in the High Castle’, lo más importante y elemental son los personajes.

Un universo atrayente

Esto no desmerece la manera en la que este drama histórico desenvuelve su ucronía. Lejos de caer en secuencias pegote, conversaciones explicativas o escenarios recargados de información, el guión emplea los avances de trama y dónde se encuentran los personajes en cada momento para dar las pinceladas al gran cuadro que es la Tierra después del conflicto.

Hay leyes estrictas para los judíos, la protección de la pureza de raza, el hermetismo del sistema de gobierno, los métodos extremos, la tensa relación entre Japón y Alemania, el día a día del trabajo, la implantación de cultura y costumbres de los invasores, etc. Todo esto y más son características del universo que se van apuntando poco a poco a lo largo de todos los capítulos. Cada uno aporta algo nuevo al puzzle general y muchos de esos elementos entran de forma natural en la historia, en más (Juliana trabajando para el gobierno) o menos (la ceniza que le cae a Joe cuando se le pincha la rueda) medida.

Quizá lo más negativo en este aspecto sea la obvia limitación de medios con los que cuenta la producción. Es algo que se palpa en los filtros de color y desenfoque a los que recurre la fotografía para emular la época y su estado anímico, y también para disimular algunos efectos visuales y diseño de producción. A pesar de que algunos tendrían argumentos para tacharla de un poco cutre, personalmente creo que cumple más que suficiente. Y, eh, nada que esté rodado en Cicely, Alaska (Roslyn, Washington), puede estar mal.

Un giro no tan inesperado


Fabulosa cabecera con una música estilo nana con imágenes que mezclan iconos americanos con símbolos bélicos y nazis.

Quizá el aspecto más torpe de ‘The Man in the High Castle’ es la forma en la que en varias ocasiones hacen avanzar la trama, recurriendo a casualidades que por acumulación chirrían o provocando que sus personajes digan o hagan algo que no acaba de encajar con su personalidad. Pero el resto de elementos funciona tan bien que como espectador no cuesta tomar la decisión de aceptar estos deslices o efectismos peor manejados.

Un elemento con el que sí han sabido jugar han sido los rollos de película; esas cintas que inicialmente muestran a los aliados ganando la guerra. Desde el primer momento, este objeto tan preciado y buscado por todos ha sido un gran macguffin para la trama, un señuelo que ayuda a mantener la tensión a la vez que hace que los personajes crucen sus caminos en mayor o menor medida.

Lo más potente de este macguffin es cómo al final se convierte en algo que cambia el juego de la historia. Me refiero a cuando Tagawa se marca un ‘Fringe’ y aparece en un San Francisco aparentemente perteneciente a nuestra línea temporal. Sin embargo, las latas han demostrado que existe más de una realidad alternativa (el dato de la muerte de Stalin es un ejemplo) y que algo así florezca en un final de temporada plantea un reto interesante de cara al futuro.

¿Es Hitler El Hombre del Castillo? ¿Cómo Tagawa consigue viajar entre realidades? ¿Qué pretende en realidad la resistencia? Estas son solo unas pocas preguntas que quedan abiertas tras la emisión de la primera temporada de 'The Man in the High Castle', un visionado adictivo e interesante. Qué ganas de que ‘The Man in the High Castle’ continue.

En ¡Vaya Tele! | Calendario de estrenos y regresos (USA), enero 2016

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