'Sexo en Nueva York', Nostalgia TV

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‘Los Soprano’ es esa que marcó la televisión para siempre jamás. Pero si toca hablar de las joyas que salieron de la factoría de HBO, hay una que afectó la cultura popular más que ninguna otra. Se trata de ‘Sexo en Nueva York’, esa serie femenina que algunos se comportan como si jamás hubiera pertenecido al canal cuando precisamente tuvo un papel fundamental a la hora de conseguir el estatus que tiene. El cóctel cosmopolitan y los zapatos de Manolo Blahnik pasaron a otro nivel después de la emisión de esta serie, y también el hablar de sexo en televisión sin pelos en la lengua.

Estas distendidas conversaciones sobre preliminares, coitos y orgasmos las protagonizaban cuatro mujeres que siempre más serían recordados como cuatro estilos de mujer. Miranda era la mujer trabajadora y muy pragmática, tanto en su oficio de abogada como en sus relaciones sentimentales. Charlotte era una romántica empedernida y una conservadora, que quería su boda de cuento de hadas pero antes quería ver la cartera y los valores de su compañero de cama. Samantha era la mujer sexualmente liberada (por no decir una libertaria) que disfrutaba de los hombres como quien es aficionado a los helados en verano, sin vínculos emocionales de por medio. Y finalmente Carrie Bradshaw era un término medio, una soltera que quería encaminar su vida pero sufría para encontrar a su media naranja.

La serie fue creada por Darren Star, que hasta ese momento era popular en la industria por haber creado ‘Melrose Place’ y ‘Sensación de vivir’, y su formato era novedoso. Los capítulos se permitían el lujo de durar entre veinte y treinta minutos (¡qué suerte tenía de emitirse sin publicidad en su canal de origen!) y podían prescindir enmarcarse dentro del género de las sitcoms. No había la necesidad de construir escenas cómicas en cada escena, era una comedia más sofisticada. Y, como pertenecía al cable de pago, podía abordar el sexo sin tabúes y sin eufemismos. ¿Si se pasaban de la raya? Pues alguna de las protagonistas ya expresaba nuestros prejuicios, probablemente Charlotte en un arranque de puritanismo o Miranda y su discurso feminista. Aquí va una escena que ejemplifica a la perfección los caracteres de las chicas y el tono de la serie:

Esta discusión de sexo anal que tenía lugar en el cuarto episodio de la serie (‘Valley of the Twenty-Somethings’) muestra a la perfección la obsesión de Miranda por mantener el poder femenino, el papel de Carrie como chica normal, la mirada inocente de Charlotte y la mentalidad exageradamente abierta de Samantha (“Un agujero es un agujero”). Vamos, que era una serie de televisión que supo muy bien quien era desde el principio y si nos remontamos directamente al primer episodio queda todavía más claro.

Comenzaba con un monólogo sobre una chica que se mudaba a Nueva York, conocía al hombre de su vida... y un buen día dejaba de recibir noticias de él. Así daba la bienvenida al espectador al Manhattan que Star tenía en mente, una jungla donde era arriesgado y prácticamente imposible encontrar un hombre decente y estimulante, pero donde había que estar siempre espléndida para salir por la calle.

Carrie y Big.
Carrie y el hombre de su vida.

Los zapatos y los cócteles

Esta visión superficial despertó unas cuantas críticas, incluso antes de que salieran las películas. Los detractores de la serie, en lugar de centrarse en los diálogos y situaciones brillantes, preferían meterse con lo inverosímil que resultaba que Carrie Bradshaw escribiese una columna sobre sexo en un periódico y después se pudiera permitir vivir en el centro (esto se justificaba supuestamente con la renta antigua) y encima vestir los zapatos más caros del mercado. O eran de Jimmy Choo o unos manolos (¿alguien se acuerda de cuando le robaron los zapatos en una fiesta en casa de una amiga?).

Pero a lo largo de sus seis temporadas ‘Sexo en Nueva York’ también demostró ser algo más que una serie sobre sexo. Que conste que lo era y era muy buena con esos diálogos: era una comedia que funcionaba a la perfección. Pero también demostró ser una serie sobre las relaciones humanas. Cualquier persona (sobre todo cualquier mujer) puede sentirse más o menos identificado con alguna de las relaciones que hay, sobre todo cuando se trata de cuestiones de química y de compatibilidad sexual y de compromiso. Así mezclaba muy bien las relaciones humanas con anécdotas sexuales que podían llegar a ser muy absurdas (John Slattery, el político que quería que Carrie se le mease en la cara y ella le propuso ponerle bolsitas de te porque le gustaba).

Poco a poco también hizo un retrato muy bonito sobre la amistad. En cierto modo se convirtió hasta un happy place por la complicidad que despertaban esas cuatro actrices (a pesar de que Sarah Jessica Parker y Kim Cattrall se odiaban), por como se complementaban y como transmitían que para ser amigas no es necesario ser iguales, que las diferencias nutren las relaciones. En este campo sí resultó muy verosímil, como también fue muy natural la relación de Carrie y el amor de su vida, Big, que demostraba que la magia surge de forma espontánea, que no es una fórmula. Cuando ellos dos estaban solos, solo ellos dos entendían ese universo. Los últimos minutos de 'Sexo en Nueva York', por ejemplo, son un cierre muy digno y perfecto para nostálgicos.

Su éxito, las películas y el legado

El recorrido de la serie, además, fue muy prolífico para HBO. Contribuyó a crear su imagen de marca como cadena que ofrecía contenidos que no podían emitir las demás series (por lo explícito de las conversaciones y por los desnudos), provocaba mucho ruido mediático y les daba visibilidad, y su influencia cultural fue enorme. La gente iba a Nueva York a encontrar la casa de Carrie, los Manolos pasaron a ser los zapatos más famosos del mundo y el cosmopolitan se asociaba a la serie. Y su recorrido en DVD y por canales de televisión a horas intempestivas ayudaron a popularizar a Carrie, Miranda, Charlotte y Samantha entre una masa de gente mucho mayor que los abonados de HBO.

Hay que recordar ‘Sexo en Nueva York’ por todo esto, por la maravillosa serie que fue cuando estaba en antena. Lo digo porque también los hay que intentan desacreditarla por las horrendas películas que vieron la luz en cines (y que funcionaron muy bien) y que no eran tan mordaces e inteligentes, convirtiéndose en gags escatológicos y tramas flojas sin ritmo. Pero la serie, lo que hay que juzgar a la hora de analizarla como producto televisivo y su importancia dentro de la historia televisiva, fue brillante y contribuyó a destruir ciertos tabúes de la televisión.

Al fin y al cabo, un fenómeno masivo como ‘Mujeres Desesperadas’ no podría existir sin ‘Sexo en Nueva York’, que permitió que no escandalizase en EE.UU. la deriva de Bree y Rex Van de Kamp, las esposas que tenían en casa y cierta anécdota sobre los orgasmos del marido. Y, en mayor o menor medida, muchas de las series actuales son herederas, sobre todo si se atreven a hablar con naturalidad del sexo. Gracias, chicas.

'Sexo en Nueva York
'Sexo en Nueva York

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