La futbolera 'Matador' es una serie mala a conciencia

La futbolera 'Matador' es una serie mala a conciencia
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El nombre de ‘Matador’ engaña. Parece que tenga que girar en torno a un mercenario, que tenga que ser una especie de ‘El Mariachi’ para televisión y es algo mucho más inofensivo. Su centro es Antonio Bravo, un agente de la CIA cuya misión es infiltrarse en un club de fútbol, algo que su gran velocidad y dominio del balón le permite hacer. Lo que faltaba, ¿no?

Esta idea, la de poner el fútbol como excusa, la dinámica de vestuarios y algunas escenas de entrenamiento, tiene sentido. En Estados Unidos es un deporte con una popularidad incipiente y tiene mucho éxito entre la comunidad latina del país, que lo observa como un deporte de competición y no solamente como un pasatiempo (el soccer, como ellos lo llaman, es un hobby que se extiende). Es lógico que un canal quiera aprovechar esta moda, sobre todo para llamar la atención de un público determinado: los hombres heterosexuales.

Esta es la impresión que queda tras ver el primer episodio de ‘Matador’, el apodo que le colocan al protagonista por sus agallas en el campo. Arranca con una escena de acción que termina con un chaval recibiendo un machetazo en la cabeza, luego pasamos a la premisa futbolística y la actriz que trabaja con Antonio ‘Matador’ Bravo, Nicky Whelan, cuela mucho más como actriz pornográfica que experta de la CIA. Es honesta a la hora de transmitir de forma implícita a quien se dirige la serie y, por lo tanto, tampoco le podemos pedir peras al olmo.

Ojalá fuera más atrevida

Lo que sí podemos pedirle, por ejemplo, son algunas escenas tórridas. En el segundo episodio, el protagonista se mete en la cama con una chica que acaba de ver morir a su amiga y evidentemente se había puesto lencería sexy para tomar un té a las cinco de la tarde. También tenemos un compañero de vestuario haciendo alarde de atributo delante de una periodista. Y Antonio cree estar salvando una chica de una violación cuando en realidad ella sólo quería un poco de sexo duro, algo que suelta otra actriz porno en potencia, en este caso Yvette Montreal. ¡Pero nunca se ve nada!

Es una lástima que ‘Matador’ no se atreva a ser soft-porn de verdad, un producto comprometido con su condición de basura para mentes calenturientas, como si no existiese una extensa red de pornografía al alcance de un clic. Hay algo en esta serie que recuerda a ‘Los vigilantes de la playa’ o incluso esa imitación más pasada de rosca y peor interpretada llamada ‘Acapulco HEAT’, que fascinaba con esa galería de agentes con cara de prostitutas. En el fondo legitimaría ‘Matador’ como una obra cien por cien coherente con su esencia.

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¿Actriz porno? No, agente especial de la CIA.
‘Matador’, en cambio, quiere desarrollarse como un thriller bastante estúpido. Bravo se entrega a su trabajo en cuerpo y alma, procura mantener buena relación con el mafioso jefe del club (un Alfred Molina con el piloto automático) y finge que el argumento es importante. No es casualidad que uno de sus cuatro creadores sea Roberto Orci, un colaborador habitual de J.J. Abrams, y sabe cómo se manejan las tramas horizontales y las verticales.

Lo hace con profesionalidad como también hizo en el remake de ‘Hawaii Five-0’, que era una galería de gente guapa (Alex O’Loughlin y sus escenas sin camiseta), de dinámicas ligeras pero que al final de la primera temporada había hilado toda una conspiración bastante resultona. Aquí, sin embargo, juega con las reglas del cable y sale todavía algo más ligero, ni que sea por el efecto comparación (que tengan el morro de terminar el segundo episodio con un cliffhanger, como si algo fuera relevante, tiene mérito).

¿Ser mala es una virtud?

Pero ‘Matador’ nos devuelve una cuestión que planteó ‘The Strain’, otro de los estrenos de este verano producido por Guillermo del Toro. ¿Hasta qué punto queremos ver series que se proponen ser malillas a conciencia y que aquí es donde reside su gracia? Porque esta serie de El Rey, el canal que lanzó Robert Rodriguez, se sale en este aspecto: sus defectos se amontonan a decenas.

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¿La familia en todos los episodios? No, gracias.
Gabriel Luna es soso de cuidado en la piel del protagonista, su rivalidad con su compañero de la CIA es bastante ridícula, la premisa tiene cero credibilidad (Luna no vende la imagen de fiera en el campo y se le ve mayor), la familia de Bravo es un pegote insufrible y, como ya he dicho, se echa en falta que no sea más explícita y probablemente más violenta. Que sea más serie B, que es lo que le gusta a Rodriguez.

Pero si alguien busca una serie mala para ver este verano, ‘Matador’ es la candidata perfecta. Ojalá tuviese las mismas agallas que el protagonista en el campo y esto fuera un despiporre erótico-festivo.

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